lunes, 10 de octubre de 2011

LA TRAVESÍA DEL PROGRESO Y EL OCASO DE LOS ESCENARIOS DEPORTIVOS PARA LA PRÁCTICA DE LA PELOTA VASCA EN ANTIOQUIA,

Frontón de Pelota en América
Resulta inevitable iniciar este primer párrafo lanzando la pregunta sobre si el juego de pelota vasca se practicó en Medellín y en Antioquia? Sorprende saber que con este interrogante la mayoría de los antioqueños responderían de forma unánime con la pregunta qué es pelota vasca?

Ahora bien, sucede que en la cotidianidad también conviven esas prácticas subyacentes que se tornan anónimas, inéditas y fútiles a la vista de las mayorías, más todavía cuando sus vestigios y ruinas son borrados para darle paso al progreso, a lo masificado. Aunque sean poco valoradas por la cultura de masas y poco atendidas por los medios masivos, aunque no pervivan físicamente salvo por alguna de sus ruinas o recuerdos de algún testigo, no podemos negar que estos vestigios están o estuvieron algún día allí, cohabitando con otras prácticas más profusas, persistiendo y dejando huellas.

Estamos hablando del juego de pelota vasca un deporte, tradición o hobby que desde un principio no fue muy popular en Antioquia y que perduró gracias a la terquedad de algunos de sus partidarios. Hoy, pese a que aquellos vestigios subyacen bajo los edificios que dieron paso al progreso, son una clara evidencia de que la pelota de mano tuvo en Antioquia espacios dedicados a su difusión y desarrollo, al igual que adeptos y practicantes.

En el continente americano la pelota vasca ya tenía una larga tradición que se remonta a épocas coloniales, en especial, encontró gran difusión y popularidad en el siglo XIX y XX precisamente con los inmigrantes españoles y vascos que migraron en masa hacia varios puntos del continente, entre ellos, México, Cuba y los países del cono sur.

Frontón Jai Alai, Foto: El Industrial
En Antioquia se estima que la pelota vasca fue introducida a principios del siglo XX por inmigrantes vascos, muchos de ellos religiosos, que eran seguidores del tradicional juego importado desde los pirineos. Uno de los primeros espacios desarrollados para este deporte en los primeros días del siglo XX fue el “Frontón de Jai Alai”, ubicado en los terrenos del sector de Guayaquil. Sin embargo, este deporte no tuvo buena acogida y en pocos años desapareció, tanto que pasada la primera década de este siglo los terrenos del “Frontón Jai Alai” se utilizaron para realizar competiciones y espectáculos, sirviendo además como velódromo, hipódromo y autódromo, entre otros. Al cabo de un tiempo cuando su gerente el señor Gustavo Restrepo reportaba inviable la empresa, de esta forma el “Frontón Jai Alai” fue clausurado en 1917 para dar paso al progreso. El sonoro nombre del que quizás hubiera sido el primer frontón establecido en Antioquia, desapareció para siempre cuando el empresario Coroliano Amador dio inicio al proceso de urbanización de esta importante y céntrica zona de Medellín.

Unos años antes, en 1914 otro frontón se construyó en el Campo Deportivo de Miraflores, este espacio deportivo estuvo ubicado en las colinas de Medellín en el actual barrio Buenos Aires. Fue construido por los jesuitas del Colegio San Ignacio de Loyola por la necesidad de un espacio donde poder desarrollar las actividades lúdicas y deportivas de esta institución. No es raro que en este complejo deportivo se instaurará un frontón para el juego de pelota vasca dado la concentración de jesuitas vascos que hacían presencia en esta comunidad, de hecho, Luis Jáuregui, un vasco exiliado a Cuba en la última Guerra Carlista, vino a Antioquia en 1886 para participar como fundador y director de dicho colegio jesuita en Medellín.

Como Jáuregui otros jesuitas vascos participaron en este establecimiento como profesores y directores, educaron a una buena parte de los antioqueños e implantaron elementos de su cultura en el colegio y en la sociedad antioqueña en general, entre otros tenemos el uso de la boina vasca, las danzas vascas, el euskera y por supuesto el juego de pelota vasca que en el San Ignacio mantuvo su práctica hasta la década de 1970.

Iván Darío Vélez Atehortúa, pelotari.
Foto Archivo EL COLOMBIANO
Entre los practicantes de este deporte en el colegio San Ignacio de Loyola de Medellín podemos encontrar a Mariano Ospina, quien tiempo después se convirtió en presidente de la República, Ospina en los recreos solía jugar a la pelota vasca en el colegio haciéndola rebotar contra un muro destartalado. También encontramos a Iván Darío Vélez Atehortúa, nacido un 19 de agosto de 1935 en Medellín, quien afirmó haber jugado a la pelota de mano o pelota vasca en esta institución. Lo hizo de forma aficionada pues se graduó como medico en la Universidad de Antioquia y se convirtió en uno de los fundadores y director del Hospital Pablo Tobón Uribe ubicado en la ciudad de Medellín

Por ello podemos observar que el deporte de pelota vasca en Medellín y Antioquia no se desarrolló a nivel profesional, sino que se practicó dentro de las actividades físicas de los colegios. Tal como sucedió en la Institución Educativa Monseñor Ivan Cadavid Gutiérrez, ubicada en el municipio antioqueño de Urrao. Aunque se desconocen su filiación con lo vasco, se sabe que en dicha institución existió un frontón donde se practicó la pelota vasca. Lo anterior es tomado de la referencia que en este colegio se hace sobre la pelota de mano, al afirmar que: “El jai-alai o pelota vasca, fue otra de las variadas actividades de nuestra unidad deportiva; esta cancha junto con el circo de toros, el tenis y el parque infantil fueron derrumbadas mas tarde para emplear sus materiales en otras “obras de progreso””.

Lamentablemente los vestigios de estos espacios deportivos quedaron sepultados para dar paso al progreso, en el que según parece la pelota vasca no tenía cabida. Hoy en su lugar se erigen edificios y placas deportivas modernas construidas en pro del desarrollo. Aunque el afán por el progreso no fue la única razón por la que los frontones de pelota vasca desaparecieron en Antioquia, entre muchas otras razones para el fracaso de esta práctica deportiva podemos culpar a la fiebre futbolera que se vivió en la primera mitad del siglo XX, la cual acaparó toda la atención de los parroquianos de la bella Villa y de todos los antioqueños, relegando este deporte primero a su marginalidad y después a su olvido.

Autor: John Alejandro Ricaurte